domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre Blue Label

Y cerré el libro y me quedé con una sensación rara en el pecho. La identifiqué. Es lo que me pasa cada vez que quedo complacida tras haber leído una novela. Desde hacía mucho no me pasaba, han transcurrido meses y meses y los libros han ido quedando a la mitad, o simplemente los leo por el compromiso de terminar lo que empecé. Con éste, con Blue Label, contaba las horas para poder volver a leer.
La historia se convirtió en la historia de unos panas que sentía que conocía. Hay un poquito de Luis Tévez en cada hombre con el que he compartido, hay un poco de la despreocupación de Eugenia por la información de actualidad, musical o cultural en varias de mis amigas, hay algo de ella en mi carácter raro y atravesado.
Me reí un montón... es que el autor me habló en mi dialecto, dijo coños y no jodas sinceros, habló de pequeñeces de mi cultura, me hizo reencontrarme con lo de pinga que es ser venezolano. También fue empático con mi sentir indiferente hacia mi país, que se ha vuelto así porque ya salir odiando la calle, la gente, el transporte público, el gobierno... se convirtió en mi día a día, así que mejor hacerme la indiferente.
No sólo me reí y entendí los chistes criollos, me sentí triste, lloré por la desgracia que acompañó la vida de tantos en esas páginas. Sentí lástima por el papá de Eugenia, reconocí historias cercanas, familiares...
Me pareció muy bien lograda, me atrapó de principio a fin la historia, me sentí identificada, me hizo darle imagen a cada línea. Dejó en mi a unos cuantos conocidos nuevos: a Eugenia, a Luis, a Vadier y a Nairobi... y a algunos más, pero estos tienen cara y voz para mí.
Me quedé sabiendo que en Venezuela hay más que las balurdeces de Román Chalbaud, que la música inocua y el cine mal dirigido. Ecribir groserías en una obra literaria no es sinónimo de escribir mamarrachadas, es afrontar la realidad lingüística de una cultura... pero hay que saber hacerlo.
En fin... recomiendo abiertamente Blue Label / Etiqueta Azul de Eduardo Sánchez Rugeles, Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Uslar Pietri.

¡Salud!

lunes, 8 de noviembre de 2010

Abastos Bicentenario: Rumbo al fracaso del socialismo... a paso de vencedores.

Un día de trabajo normal. Tuve que ir al CCCT a hacer unos depósitos y a hacer unas compras de algunos artículos que hacían falta para el estudio. Pensé que el lugar ideal para comprarlos sería el súper mercado, para no estar dando vueltas de tienda especializada en tienda especializada.

Y llegué a un "Abastos Bicentenario", ese súper que luce igual, está en el mismo lugar, vende lo mismo... pero funciona distinto a CADA - o al híper mercado ÉXITO -. Pero pasa que no es que sean iguales a éstos, es que los reemplazaron, algo así como un usurpamiento de identidad. Así sí es fácil construir socialismo, utilizando lo que ya otros han armado, trabajado y cultivado. Y no digo que estas dos cadenas - CADA y ÉXITO hayan sido mis súper mercados de preferencia a la hora de comprar, no. Pero al menos antes no había tenido una experiencia como la que estoy por relatar.

Tras encontrar todo lo que necesitaba (a pesar de que, como la mayoría de los establecimientos de este tipo, estaban muchos estantes vacíos) pagué y pedí en la caja que la factura se hiciera jurídica, pero me indicaron, señalando con el dedo y con un poco de mala gana, que debía pedirla "allá", en el puesto de Atención al usuari@ - ya no somos todos usuarios, somos usuarios y usiarias, y supongo que por economía de espacio en el cartel, cosa que me extraña porque no suelen escatimar en tinta, papel, espacio web, para hablar de los niños, niñas, médicos, médicas, las estudiantes y los estudiantes (que seguro en uno que otro sitio también se usa estudiantes y estudiantas, así como cadetes y cadetas), pusieron el arroba (@) -.

Supuse que sería algo así como cuando te dicen que debes ir a conformar el cheuqe en atención al cliente - o a el cliente y la clienta -. Entonces me dieron mi ticket en caja y fui para "allá". Había tres muchachas, una se veía ocupada, otra no tanto y la otra estaba leyendo en una revista un artículo sobre sexo.... y la verdad no necesité que se activara mi curiosidad, ella misma se encargó de señalar en un altísimo tono de voz "¡Ay, a mi me gusta esta!", enseñando una ilustración de una pareja consumando el acto sexual de pie... realmente el hombre de pie y la mujer trepada sobre él abrazándolo con sus piernas. Luego la otra no tan ocupada señala otra ilustración para hacerle saber que ESA era la que a ella más le gustaba.

Y pregunto "...Para hacer una factura jurídica?" y la de la revista me señala a a la ocupada y me dice "Con ella, mami". La veo a ELLA y, honestamente, la vi muy ocupada, parecía estar transcribiendo a mano TODA la lista de productos existentes en el establecimiento. Después de esperar un par de minutos le pregunto "¿Es contigo? ... Para lo de la factura" ... "Sí, pero te tienes que esperá que termine aquí" y veo en su mano un ticket de unos 60 cm de largo.

Ella, además de encargarse de lo que la vi haciendo, recibía las bolsas y bultos de los clientes que entraban y les daba un número, atendía llamadas telefónicas, hablaba por el altavoz del súper mercado y salía cuando algún compañero le gritaba que fuera un momento... y todo esto con la calma necesaria como para sacarme de quicio. Cuando me doy cuenta, lo que estaba haciendo era precisamente eso, lo obvio, haciendo una factura jurídica para otra persona, a mano, sí, ¿Cómo pude pensar que estaba haciendo otra cosa?

Al regreso de una de sus ausencias le digo "oye, y no habrá otra persona que pueda ayudarme con esto?" ... "Te dije que te tienes que esperá". Y bueno, yo salí de mi trabajo a hacer diligencias, no a perder 2 horas de mi jornada laboral. Ya al rato trato de ser empática y le digo que me parece muy raro que ella tenga que hacer eso a mano, si por ejemplo donde yo trabajo, el Seniat no permitió que abrieran hasta no tener la máquina de facturación fiscal.

"Y dónde trabajas tú?" ... "En un estudio de Pilates". Al parecer, según ella, se debe a que son dos tipos de mercados distintos. Supongo entonces que Excelsior Gamma, Central Madeirense, Unicasa y El Patio... también lo son. Un tipo de mercado distinto, porque hacen las facturas en la caja registradora.

Me quedo callada por un rato sólo viéndola trabajar y en esas levanta la mirada, me ve a los ojos y me repite "Te tienes que esperá". De nuevo empática - creía yo - comenté que sabía que no era su culpa que la pusieran a ella sola a hacer eso, que además es casi inhumano tener que transcribir tanto a mano todos los días. Pero mi empatía no le llegó ni a las orejas, porque después de escucharme decir que me parecía muy extraño ese sistema, que yo en mi vida había visto que este tipo de facturación tuviera que hacerse así, a menos que se hubiera ido la luz o caído el sistema, como pasa mucho en este país, au respuesta fue "¿Cómo que en tu vida? Si antes todo era así". Entonces bueno, ahí comprendí que tenía la batalla perdida desde que empecé... y más aún cuando la mujer a quien le estaban transcribiendo el ticket kilométrico dijo "No importa, házselo a ella, que está como estresá".

Al final, la diligencia terminó tardando el triple de lo que esperaba... y yo quedé preguntándome qué es lo que está pasando, por qué la gente perdió el concepto de atención al cliente, por qué los demás se conforman con recibir malos tratos, y además defienden a los que los ejecutan, porque supongo que serán iguales en su día a día con el resto del mundo. Es que se ha difundido de tal manera el discurso violento y cizañero que ya el venezolano es otro, la concepción de un venezolano, para mi, no se parece a lo que yo represento. No entiendo cuál es la idea de un socialismo en el que el concepto fundamental parece ser llenarse la boca de mala educación y reducir los índices de calidad. No comprendo de qué progreso habla Hugo Chávez, si estamos ahora volviendo a escribir facturas a mano, cuando nos encontramos en la época de las tecnologías digitales.

Je ne comprends pas...

Não percebo...

Yo no entiendo, yo ya ni sé.