Y cerré el libro y me quedé con una sensación rara en el pecho. La identifiqué. Es lo que me pasa cada vez que quedo complacida tras haber leído una novela. Desde hacía mucho no me pasaba, han transcurrido meses y meses y los libros han ido quedando a la mitad, o simplemente los leo por el compromiso de terminar lo que empecé. Con éste, con Blue Label, contaba las horas para poder volver a leer.
La historia se convirtió en la historia de unos panas que sentía que conocía. Hay un poquito de Luis Tévez en cada hombre con el que he compartido, hay un poco de la despreocupación de Eugenia por la información de actualidad, musical o cultural en varias de mis amigas, hay algo de ella en mi carácter raro y atravesado.
Me reí un montón... es que el autor me habló en mi dialecto, dijo coños y no jodas sinceros, habló de pequeñeces de mi cultura, me hizo reencontrarme con lo de pinga que es ser venezolano. También fue empático con mi sentir indiferente hacia mi país, que se ha vuelto así porque ya salir odiando la calle, la gente, el transporte público, el gobierno... se convirtió en mi día a día, así que mejor hacerme la indiferente.
No sólo me reí y entendí los chistes criollos, me sentí triste, lloré por la desgracia que acompañó la vida de tantos en esas páginas. Sentí lástima por el papá de Eugenia, reconocí historias cercanas, familiares...
Me pareció muy bien lograda, me atrapó de principio a fin la historia, me sentí identificada, me hizo darle imagen a cada línea. Dejó en mi a unos cuantos conocidos nuevos: a Eugenia, a Luis, a Vadier y a Nairobi... y a algunos más, pero estos tienen cara y voz para mí.
Me quedé sabiendo que en Venezuela hay más que las balurdeces de Román Chalbaud, que la música inocua y el cine mal dirigido. Ecribir groserías en una obra literaria no es sinónimo de escribir mamarrachadas, es afrontar la realidad lingüística de una cultura... pero hay que saber hacerlo.
En fin... recomiendo abiertamente Blue Label / Etiqueta Azul de Eduardo Sánchez Rugeles, Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Uslar Pietri.
¡Salud!
La historia se convirtió en la historia de unos panas que sentía que conocía. Hay un poquito de Luis Tévez en cada hombre con el que he compartido, hay un poco de la despreocupación de Eugenia por la información de actualidad, musical o cultural en varias de mis amigas, hay algo de ella en mi carácter raro y atravesado.
Me reí un montón... es que el autor me habló en mi dialecto, dijo coños y no jodas sinceros, habló de pequeñeces de mi cultura, me hizo reencontrarme con lo de pinga que es ser venezolano. También fue empático con mi sentir indiferente hacia mi país, que se ha vuelto así porque ya salir odiando la calle, la gente, el transporte público, el gobierno... se convirtió en mi día a día, así que mejor hacerme la indiferente.
No sólo me reí y entendí los chistes criollos, me sentí triste, lloré por la desgracia que acompañó la vida de tantos en esas páginas. Sentí lástima por el papá de Eugenia, reconocí historias cercanas, familiares...
Me pareció muy bien lograda, me atrapó de principio a fin la historia, me sentí identificada, me hizo darle imagen a cada línea. Dejó en mi a unos cuantos conocidos nuevos: a Eugenia, a Luis, a Vadier y a Nairobi... y a algunos más, pero estos tienen cara y voz para mí.
Me quedé sabiendo que en Venezuela hay más que las balurdeces de Román Chalbaud, que la música inocua y el cine mal dirigido. Ecribir groserías en una obra literaria no es sinónimo de escribir mamarrachadas, es afrontar la realidad lingüística de una cultura... pero hay que saber hacerlo.
En fin... recomiendo abiertamente Blue Label / Etiqueta Azul de Eduardo Sánchez Rugeles, Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Uslar Pietri.
¡Salud!