viernes, 18 de junio de 2010

Sobre la muerte de literatos.

Se fue Saramago, sí, el maravilloso escritor José Saramago. Tenía que morir, todos tenemos que hacerlo... y su muerte me ha dado la oportunidad para reflexionar sobre lo que significa que un personaje así se vaya del mundo.
Quiero hacer una comparación con Cortázar, quien aún tras haber tenido un gran éxito en vida con su obra Rayuela, fue aún más reconocido, fue aún más rico después de su muerte. Ha habido unas cuantas obras póstumas, papeles inesperados (como se titula su último libro que salió en 2009) que han sido encontrados y puestos a la orden de su asiduo público, y no sé por qué, pero es que cuando se lee a un muerto hay un algo especial que nos hace querer leerlo más y más. Como los músicos, una vez muertos, su música parece sonar mejor.
Algo distinto me ha pasado con Saramago, él fue como un autor clásico sin haber muerto, aún cuando sus obras eran de esta época. No he leído todo lo que escribió, o lo que ha escrito... porque estoy esperando eso que se tenía escondido, pero hubo dos libros que formaron parte de mis favoritos una vez empezados a leer. Se trata de Ensayo sobre la ceguera y Las intermitencias de la muerte.
Con Ensayo sobre la ceguera me pregunté una y otra vez cómo pudo argumentar esa historia. Cómo era que si yo me hacía una pregunta en mi papel de lectora escéptica, él la respondía unas líneas más allá. Una epidemia de ceguera, así no más. Ceguera que se contagia... ¿Cómo sería un mundo así? Saramago dio la respuesta.
Y Las intermitencias de la muerte. Imaginen un año en el que la muerte decide dejar de trabajar y que nadie se muera, ni los enfermos en el peor estado, ni los ancianos más viejos. Nada más que caos, lo peor del ser humano se deja ver cuando un país deja de enterrar a sus muertos y cuando justo un centímetro más allá de sus fronteras sigue funcionando con la misma regularidad de siempre el ciclo de la vida. Nos hace preguntarnos por qué le huimos tanto, nos hace entender que es absolutamente necesaria.
Justo ahora estaba leyendo otro, El hombre duplicado. Lo empecé hace una semana, ya pronto espero ver cómo el autor presenta su argumento bien armado sobre el hombre que tiene un doble, un tipo exactamente igual a él y no lo supo sino hasta su adultez.
Y ahora, ahora viene la parte tan rara en la que todos son fanáticos número uno de sus libros, y los compran todos en un solo tarjetazo en la librería, y no porque no los hayan leído, sino para refrescar la memoria. Ahora Saramago será más famoso que antes, de aquí a 10 años su cuenta seguirá creciendo. Es inevitable, así pasa con los artistas. Muchos que murieron en su pobreza no tienen ni idea de cuán valiosas son sus obras hoy día, como es el caso de Van Gogh.
Pues nada... señor José, espero por su obra póstuma para leerla, hacer la cola y dármelas de la fanática número uno.

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