jueves, 1 de julio de 2010

Un cuento... by me.

Tras esas cajas, debajo de ese techo que destila agua de una lluvia que no para desde hace cuatro días, se encuentra ella. Se viste con muchas ropas, no tiene donde guardarlas, así que las usa todas sobre sí para no perderlas. Algunos dicen que está loca. No, ella está cuerda.

Su vestimenta le pesa, se refugia en el techo ondulado que gotea y gotea. Tiene pocas pertenencias; las ya mencionadas y una cámara, una antigua Canon del 75. Todavía funciona. El poco dinero que consigue lo usa para comprar películas, y en los bolsillos de sus ropas posee una colección de ellas sin revelar. Lo que su ojo ve a través del visor se plasma en los negativos, las luces y las sombras hacen figuras que quién sabe cuándo podrá ver copiadas en papel.

Sabe que ese día llegará.

Una tarde, después de que cesó la lluvia, decidió salir de nuevo a fotografiar la vida. A llenarse la mirada de recuerdos, a suspirar por los ojos, a sonreír por dentro.

Tenía que ser muy selectiva, sólo tenía 12 oportunidades y tenía que espaciarlas en varios días. Observaba mucho, se sentía tentada a fotografiarlo todo, pero no, no podía. Su tema favorito era el retrato, creía que la mirada de las personas decía más que cualquier otra cosa, pero le era complicado hacer este tipo de fotografías porque a la gente no le gustaba que se acercara tanto, la rechazaban por su aspecto… Si supieran que era sólo una chica que había tenido muy mala suerte y que detrás de ese montón de ropa y de tanto pelo en la cara, se encontraba ella misma, llena de sabiduría, con una sonrisa hermosa.

Consiguió, a unas calles de su refugio, otra persona como ella. Era un hombre, también llevaba muchas ropas encima, pero su fuente de alegría no era una cámara sino un instrumento extraño que parecía una tortuga gigante, emanaba una melodía que hacía pensar que se trataba de un instrumento de cuerdas o de arco… y no, era percusión, armoniosa percusión.

Lo escuchó tocar un largo rato, cautelosamente se fue acercando, y justo cuando sus miradas se cruzaron y se detuvieron un instante que duró 25 latidos de corazón, ella sacó su Canon del 75 y accionó el disparo que tanto esperaba accionar desde hace días. Él dejó de tocar, la tomó de la mano y la acercó a él, la abrazó y la sintió llorar.

- Llevaba años buscándote, sabía que un día te encontraría, pero aparentemente me has encontrado tú a mi. ¿Dónde has estado? – dijo él.

- Huyendo de ti.

La chica se levantó, colocó la cámara sobre unas cajas, ajustó el enfoque y el disparador automático. Le dijo:

- Pon tu mejor sonrisa, que esta fotografía marcará el nuevo inicio de nuestra vida.

Así fue, sonrieron. Contaron sus monedas y se fueron a revelar la película que sólo tenía dos fotografías, no les importó perder el resto.

Ella decidió dejar de huir, él ya no tenía por qué buscarla. Volvieron a su antiguo hogar, que ahora estaba lleno de polvo. Pegaron ambas fotos en la pared y volvieron a abrazarse sentados en el suelo.

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